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Suave California


– “Te amo” – dijo el principito.
– “Yo también te quiero” – dijo la rosa.
– “No es lo mismo” – respondió él.
– “Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía…Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.
Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.
Amar es desear lo mejor para el otro, aun cuando tenga motivaciones muy distintas. Amar es permitir que seas feliz, aun cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será causa de sufrimiento.
Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir, pues nada ha esperado del otro. Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar.
Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía.
Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.

Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”
– “Ya entendí” – dijo la rosa.
– “No lo entiendas, vívelo” – agregó el principito.

-Recreación literaria-
Fragmento sacado del libro "De mi alma a la tuya", de Viviana Baldo.

¿Cuántas veces dices "te quiero" al día?
¿Cuántas veces lo dices como lo dice el principito en este fragmento?
Lejos de ponernos a debatir sobre el uso correcto del "te quiero" o "te amo" (francamente me da igual lo que digamos mientras lo digamos de verdad), me gustaría reflexionar sobre el tema. 

Prepárate que hoy estoy profunda.

Siempre he sido de querer, pero no he querido bien, ni a los demás ni a mí misma. Nadie me enseñó. De niña aprendí lo que era querer en mi casa y en un ambiente no muy favorable a lo que define el texto de más arriba. Sin entrar en detalles te diré que mi educación emocional se basó en observar cómo el amor era poseer, era maltratar y convivir sin respeto y a voces. Durante años pensé que eso era lo normal y asumí que yo también sufriría ese destino. Mas tarde decidí que si eso era el amor yo preferiría vivir sin él, dura decisión que tomar a penas siendo una niña.

Con el paso del tiempo entendí, perdoné y con lo del olvido estoy en ello. 
He tenido mucha suerte de encontrar a personas buenas, que me han enseñado a querer de verdad, tanto es así que ahora no puedo parar. Aunque mi niña interior sigue estando ahí, parándome los pies, desconfiando, escondiéndose y a veces sacando las garras por mí, el pasado pesa.

Confundir el amor con necesidad, con posesión, con ganas de apretar tanto hasta ahogar, todo con tal de llenar un vacío. Y cuanto más posees y más aprietas, más necesitas. 
¿Cómo salir de esta espiral? 
Todo empieza por darte cuenta dónde está el error, cuando descubras que el fallo eres tú y dejes de echar la culpa al otro estaremos listas para empezar a darle la vuelta al amor.

Sentirte querida está bien, pero sentir que no te necesitan, que están contigo de manera voluntaria porque sí, porque disfrutan contigo sin sentir obligación de ningún tipo, eso te da alas y te hace sentir amada de verdad.




Se podría decir que he aprendido a querer sin necesitar a base de caerme muchas veces, no sin aprender varias lecciones que me gustaría compartir hoy:

  1. Conocerte. Pasas tanto tiempo preocupada por los demás, cuidando, adelantándote a lo que necesitan. Te preocupas por lo que les gusta e incluso piensas en ellos en primer lugar. Hasta que llega un día en el que no te reconoces en el espejo, no recuerdas qué música te gustaba escuchar, no recuerdas... has olvidado lo que te gusta. ¿Te suena?. Un estigma de la mujer, nacer para cuidar. Es como si lo lleváramos grabado a fuego en la piel. Afortunadamente para nosotras esto está cambiando mucho y muy rápido, tanto es así que una generación no tiene nada que ver con la anterior. Creo que ahí reside el problema, nos sentimos mal si salimos fuera de casa a dedicarnos a nuestro papel profesional porque dejamos de cuidar, y si nos quedamos cuidando nos sentimos mal por fallar a nuestra madre que luchó por darnos la oportunidad de poder estudiar. Paro que me voy del tema. El caso es que hagamos lo que hagamos estamos tan ocupadas haciendo mil cosas que nos dejamos para lo último, y lo último rara es la vez que se hace.
  2. Quererte tú primero. Al hilo de lo anterior, esto se consigue conociéndote y gustándote. Te tienes que mimar, tienes que elegirte a ti misma para pasar el rato, considerarte una buena compañía. Si hace falta haz una lista de los libros que te gustan, tus pelis favoritas, cosas con las que disfrutas a solas o con tus amigas y hazlo, hazlo a menudo. Pero lo primero de todo es intentar por todos los medios encontrar esos ratitos a solas.
  3. Agradece y refuerza cada gesto del otro. A menudo estamos tan inmersos en nuestra espiral que no vemos los buenos gestos que tienen con nosotras, y levanto la mano en esto. No es ni más ni menos que "trata al otro como te gustaría que te trataran a ti". Y no es que seamos ogros ni mucho menos, pero cuando algo nos gusta de alguien debemos decirlo. Primero, porque ser agradecido hace que te sientas bien contigo misma. Y segundo porque algo que es reconocido y agradecido se repetirá más en el futuro, tú también te obligarás a tener buenos gestos, a dar y soltar cada vez más y eso se convertirá en la tónica general, te saldrá sin esfuerzo.
  4. Reconoce cuando sale a flote la posesión. Creo que este punto es el más difícil y exige mucha sinceridad por nuestra parte. Es un ejercicio de cada una poner encima de la mesa cuales son nuestras necesidades de apego reales y cuales son puro egoísmo. Reconocer en cada enfado o  cada "click" de mal rollo en nuestra cabeza si es algo infundado o realmente es que la cosa se va de madre. Esto es muy personal y cada relación es un mundo. A modo de ejemplo, mi chico es muy de hacer mil cosas, ha competido en triatlón, le gusta la bici, colecciona juguetes antiguos y porque no tiene más tiempo... A lo largo de nuestra relación he aprendido que cada persona necesita su espacio para cultivarse, porque necesitamos airearnos por separado, es sano y necesario. Poner trabas a esto lo único que hace es hundir al otro. Expón cuáles son tus necesidades (por ejemplo: necesito por lo menos una noche para mí y otra contigo a solas) llegad a un acuerdo y después, a volar!.
  5. No esperes a que la otra persona sea como tú quieres. Rodéate de gente y experiencias que te llenen y no pongas todas tus expectativas y necesidades en tu pareja. Antes era el cine y ahora el "falso postureo" en las redes, una imagen idílica de perfección en la que la pareja lo tiene todo, es perfecta, no se discute, lo tienen todo en común y no se agobian, con los mismos gustos y necesidades. ¿En serio? ¡eso sería de lo más aburrido!!. Con tu pareja puedes compartir ciertos gustos e intereses, pero también necesitar a tus amigos con los que compartes otros intereses distintos, y no hay nada de malo en eso. Es normal decepcionarse cuando idealizas, cuando "esperas" a que se comporten de cierta manera. El amor de verdad acepta a la persona tal y como es, sin esperar.
Las relaciones son tan complejas, entran en juego tantas variables, que a veces creo que es un milagro que permanezcamos juntos tanto tiempo. 
Supongo que el respeto y el no "cosificar" al otro tiene mucho que ver. No somos cosas con dueño al que pertenecer, al igual que tampoco me pertenece nadie, ni si quiera mi hijo me pertence (de esto ya hablaremos otro día). 

Realmente es una idea contradictoria, cuanto más te dejo volar, más te quiero. Es el momento de revisar nuestras creencias y empezar a entender que querer es alentar a la otra persona a ser feliz por sí misma, y como diría el principito en el texto del principio:

"No lo entiendas, vívelo"

¿Estás de acuerdo con esta reflexión?, me encantaría leer tu opinión.

Nos leemos la semana que viene, gracias por estar ahí.

Besos, 

Vanesa.


mayo 20, 2019 No comentarios
Ayyy... la felicidad. Creo que he hablado muchas veces de la felicidad. Ese estado utópico que nos está esperando en un futuro cuando terminemos de pagar la hipoteca, nos toque la lotería, lleguen las vacaciones, etc, etc. Habrá veces que los objetivos sean alcanzables y otras no, porque no sé a ti pero a mí nunca me ha tocado la lotería, y de aquí a que termine de pagar la hipoteca Luca ya tendrá sus propios hijos... Pero en ocasiones esos puntos en los que depositas toda tu fé y energía llegan, los alcanzas. Terminas la carrera, consigues trabajo, te casas, tienes un hijo, llegan las vacaciones, te curas de aquello que te preocupaba, tu familia también... Pero, ¿la felicidad? ¿no se supone que la iba a encontrar en cuanto llegaran todas esas cosas o en cuanto se alejara lo malo?.


Creo que, en general, ese tipo de pensamiento es erróneo. El párrafo anterior está lleno de afirmaciones con sujetos pasivos, "la felicidad me va a llegar por sí sola, aquí sentadita en el sofá". Ya hemos hablado en anteriores entradas que la percepción de la felicidad aumenta cuando nuestro pensamiento se centra en el presente, en el aquí y ahora. Y eso es más fácil de conseguir si nos movemos, si hacemos cosas con las manos, con los pies o con todo el cuerpo. Es el momento de cambiar ese sujeto pasivo y llenarnos de acción, puedo afirmar y no equivocarme al decir que para encontrarse bien hay que esforzarse. 

Porque bonita, si haces lo de siempre, te encontrarás como siempre.

Si te dejas llevar por la inercia de la rutina terminarás cumpliendo con tus obligaciones y el tiempo que te queda lo invertirás consumiendo información de manera pasiva. Y enfatizo "PASIVA". Sentirse bien o la felicidad (me da igual cómo lo llamemos) empieza cuando te mueves, cuando cambias pequeños gestos cotidianos. El ser humano se acostumbra relativamente rápido a estos gestos y cuando menos te lo esperas te toca salir otra vez de tu zona de confort para incorporar cosas nuevas. Lo que te ayuda hoy quizás mañana no lo haga.

Para esto no hay secretos, el primer paso es conocerse. Y cuando digo conocerse amplío a respetarse, ser sincera y no engañarte a ti misma. Ésto hay que currárselo y sudar la gota gorda amigas.
Han tenido que pasar años para darme cuenta de que no soy la superwoman que creo que esperan de mí. En el reparto de "días bajones" por lo visto estoy en primera fila porque los siento a menudo. Estos vienen cuando menos te lo esperas y para ellos hay que tener un "kit para días bajones". Pero el bajón que no falla, el que viene seguro es el de cambio de estación. 
Soy muy sensible a los cambios de estación y suelo sentir que me falta la energía y la ilusión cuando llega el otoño, el invierno, y la primavera (curiosamente en verano no).
De hecho y revisando el blog tengo entradas que lo demuestran:

  • Sobrevivir a Octubre. Una confesión encubierta de "hola, me llamo Vanesa y estoy de bajón".
  • 5 trucos para blanquear la Navidad. Manifiesto a los días grises y a cómo dejarlos pasar sin secuelas.
Si le quieres poner nombre pues se lo ponemos, se llama Astenia estacional y pasa por sí sola en unas dos semanas hasta que el cuerpo se aclimata al cambio. Pero, ¿durante esas dos semanas qué hacemos?. Descansar todo lo posible no funciona y terminas encontrándote peor.

No nos queda otra: 3, 2, 1...ACCIÓN. Tanto bajón me ha convertido en una experta en encontrar pequeñas cosas para sentirme mejor y por ende disfrutar de pequeños momentos de felicidad que quiero compartir contigo. 

Vamos con mi lista de píldoras anti-bajones:

1. Vitaminas. A mí me van de lujo. En esta época y en otoño me pongo fina a jalea real y me sienta divino. Pero lo mejor es que preguntes en tu farmacia de confianza.

2. Saca la agenda y organízate la semana. También hablamos en otro post sobre todo lo que ayuda la organización a sentirte mejor (me estoy dando cuenta de que esto es un tema estrella en el blog). 

3. Siéntate café en mano y empieza a bloquear huecos para tí y poder hacer todo lo que viene a continuación.

4. Releer "Cosas no aburridas para ser la mar de feliz" de Mr Wonderful. Y si no lo tienes merece la pena como autoregalo.

5.  Date un capricho. En forma de cremita para la cara, algo que lleva meses en tu "wish list", un masajito... Mi capricho ha sido la camiseta la primera foto, hacía meses que le tenía echado el ojo.
Salir a comer con amigas. Organiza una comida de esas en las que se arregla el mundo, y nacen ideas locas.
6. Ponte guapa. Un poquito de sombra aquí, barra de labios roja hace milagros.

7. Planear una escapada. Pero de verdad, siéntate frente al ordenador y marca un destino, aunque sea cerquita.

8. Salir a dar un paseo, ir por fin al gimnasio, o lo que sea pero cánsate. Yo cuando no tengo tiempo me dedico a subir y bajar las escaleras del edificio durante 15 minutos y luego una ducha exprés. Te quedas nueva y de un buen humor que es gloria.

9. Cómprate una planta (y riégala).

10. Ordenar el cajón desastre de tu mesita de noche. Pocas cosas reconfortan más que llenar una bolsa de bragas viejas. Hazme caso, ve a primark y coge un par de paquetes de braguitas monas de encaje y tira las que tienes en el cajón que llevan tiempo pidiéndote morir.

11. Velas y esencias. Unas gotitas de aceite esencial de lavanda o eucalipto en el difusor cambia radical el ambiente de tu casa.

12. Vaciar la bandeja del correo electrónico. Esto es basura electrónica y hay que tirar, tirar, tirar!!!

13. Invéntate un plato nuevo de pasta cual chef.

14. Cambia los muebles de sitio.

15. Cuelga el dichoso cuadro que tienes esperando meses.

16. Da un abrazo a alguien especial que dure como mínimo 7 segundos ;)

17. Siéntate y escribe lo que te pasa. Y si no eres de escribir manda un audio a tu mejor amiga desahogándote y llora si hace falta.

18. Pon sábanas limpias y rocíalas con un poco de colonia fresca (si es de lavanda mejor). Ya verás que gustito esta noche.

19. Piensa en algo que te dé miedo, escríbelo en un papel, ahora arrúgalo, rómpelo, tíralo al suelo y ponte a bailar encima de él la canción del punto siguiente.

20. Ponerte "Girls just want to have fun" de Cindy Lauper a todo trapo y a haz la loca por tu casa.


Sé que había dicho 20 píldoras pero añado una más, cuando puedas y el tiempo te lo permita desayuna fuera de casa. Desayunar fuera hace que te organices y estés preparada para afrontar el día desde bien temprano, si quedas con alguien mucho mejor y si te tomas un café radioactivo de bar no hace falta ni que te tomes la jalea real ese día. Los desayunos fuera de casa deberían estar recomendados por la Organización Mundial de la Salud y ser patrimonio de la UNESCO.

Así que si no quieres ser "Khalessi Reina de bajones" ya estás tardando en hacer tu propia lista de píldoras para la felicidad. Me encantaría que me escribieras en algún comentario qué te ha parecido la mía y si añadirías algo más que te funciona a ti. Seguro que entre todas damos con la fórmula perfecta.

Gracias por estar ahí, nos leemos la semana que viene.

Besos, 

Vanesa.

mayo 13, 2019 1 comentarios
Cierra los ojos. Ahora imagina un mundo sin normas. Un mundo en el que cada habitante puede hacer lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Lógicamente tampoco hay obligaciones, en este mundo lo que prima es hacer lo que te pide el cuerpo sin consecuencias. Puedes coger lo que te apetezca, ir a donde imagines... pero ¡ojo! que los demás tampoco tienen normas, ¿te sentirías seguro en un mundo así? ¿Piensas que nuestra sociedad es así?.




Bienvenidas/os a esta cuarta entrada sobre el Club de la calma. Para saber por donde vamos te recuerdo el índice:
1. Principios Básicos.
2. Cómo cultivar la calma en casa.
3. Actividades que potencian la calma.
4. Normas y límites. 
5. Educación emocional.

Algo que veo imprescindible para mantener la calma en casa es tener establecidas unas normas y definir unos límites.

Las normas y los límites son importantes porque:


  • Con ellas sabemos lo que tenemos que hacer y cómo hacerlo.
  • Nos dan seguridad. 
  • Favorecen la convivencia y las relaciones con los demás.
  • Aumentan la autoestima al alcanzar objetivos.
  • Los niños aprenden hábitos, rutinas y a cómo comportarse.
  • Nos da autonomía y aprendemos  a autoregularnos ya que conocer las consecuencias de mis         actos me da el control, yo elijo, y eso señoras y señores me da tranquilidad.
  • Desvincula al padre o la madre con la figura "castigadora", como lo dice la norma y es por el bien de todos no tengo que ir improvisando ni sintiéndome "la mala de la película".

Y hablando de tranquilidad quiero dar mi opinión sobre un aspecto del que oigo mucho hablar últimamente, ¿se puede de decir NO a los niños? por dónde empiezo... No solo es necesario decirles que NO si no que es fundamental que aprendan a decirlo ellos también. Una cosa es plantear una conversación o una petición de forma positiva, pero otra muy distinta es prescindir de la palabra NO. Está claro que decir que sí a nivel emocional es más gratificante, complacer a los demás siempre es agradable pero si no ponemos los límites adecuados y dejamos de decir que No por no "traumatizar" o por no ofender al final las que tendremos que ser atendidas seremos nosotras por un ataque de nervios. Es preferible que los niños aprendan que existen los límites y que lo aprendan en casa de manera progresiva, coherente y desde el cariño. La crueldad ya la pone el mundo, que en eso no escatima.
Y en cuanto a enseñarles a decir que no, seguro que piensas que tu hijo o hija en eso es un experto y ojalá así sea por que no imaginas la cantidad de personas (sobretodo mujeres) que acuden a consultas de psicología con ansiedad debido en gran parte a sobrecargarse de trabajo por no saber decir que NO.

Dicho esto, y dejando clara mi postura de disciplina positiva sí, normas y límites también, te voy a contar algunas cosas que he ido aprendiendo desde mi experiencia como psicóloga y trabajando con niños, pero también cosas que como madre me gustaría saber.

Cómo deberían ser las normas y cómo las pondremos:


  • Claras y específicas.
  • Formularlas en positivo: "Se habla bajito" o "se trata bien al compañero" en lugar de "no grites" o "no pegues". Ni que decir tiene que si le estamos diciendo que hable bajito se lo diremos hablando bajito, si se lo decimos gritando pierde todo el sentido. Recordemos que la primera norma es educar con el ejemplo. 
  • Se les explica de manera sencilla el porqué (las primeras veces)
  • Las recordamos a menudo, si es necesario las dejamos escritas en algún sitio bien a la vista o en forma de dibujos si el niño es pequeño.
  • Deben ser fáciles de cumplir.
  • Solo pondremos las normas NECESARIAS. No nos vengamos arriba con las normas que un exceso de control también es malo (nadie dijo que fuera fácil).

Pero, ¿cuándo empiezo a poner normas?

Aquí lo que mejor funciona es el sentido común. Hay familias que no imponen normas de manera formal o escrita y otras que necesitan ponerlas desde bien temprano. Pero como guía podemos ir creando normas en función de la edad del niño, a mí es lo que me parece más coherente a la hora de respetar la evolución del peque.

- 2 a 4 años: Todo lo relacionado con hábitos y rutinas.

- 4 a 6 años: Normas de comportamiento y relación con su grupo de iguales. (Más las del tramo anterior).

- 6 - 12: En esta edad ya saben que sus acciones tienen consecuencias y es el momento de poner normas relacionadas con esos comportamientos o actitudes.

- 12 - 15: En esta edad llega el momento de negociar las normas y cambiar el chip autoritario para ser más flexibles. Ellos ya son capaces de decidir y aunque hay ciertas normas que son inamovibles debemos dejar que participen en otras decisiones para que se sientan parte y se impliquen más en su cumplimiento.

¡Manos a la obra!

Algunas consideraciones que veo importantes a la hora de poner normas y límites en casa:


  1. Prestar atención a todo lo bueno que tienen nuestros hijos, y sobretodo a todo aquello que hace bien. Lo que no hace tan bien está ahí pero no le vamos a prestar nunca más atención que a lo bueno. Os aseguro que esto es la base de todo y las conductas que más atención reciben son las que se repiten hasta el infinito y más allá.
  2. Siempre que apliquemos una consecuencia a una conducta que se salga del límite hacedlo de manera respetuosa. Siempre estamos siendo ejemplo.
  3. Reconocer el estado de ánimo de nuestros hijos y entenderlos antes de juzgar (no se comportan igual recién levantados de la siesta que el resto del día).
  4. Reconocer nosotros nuestras emociones también. Si tenemos mal día o estamos enfadados es mejor tomar las decisiones sobre las consecuencias de los actos de los niños en otro momento. Que no sea nuestro enfado el que castigue.
  5. Si nos equivocamos y nos pasamos de la raya, pediremos perdón y buscaremos juntos otra solución.
  6. Las normas se deciden entre papá y mamá (si es el caso) y las aplican los dos por igual. Es fundamental estar de acuerdo e ir todos a una.
  7. Ofrecer alternativas siempre que se pueda. Si a nuestro hijo le gusta saltar en el sofá le invitaremos a hacerlo en el suelo. Si está jugando con algo ruidoso y nos molesta le ofreceremos un juego más silencioso. 
  8. Ser muy concreto a la hora de poner normas. Por ejemplo, en lugar de decir: "Debes ser ordenado" decir: "Después de jugar recoger los juguetes". Cuando decimos "ser ordenado" estamos calificando a nuestro hijo, y si no cumple más bien descalificándolo. De lo que se trata es de incentivar buenas conductas y que esas conductas les lleven a mostrar actitudes más positivas en un futuro. Construyamos la casa por los cimientos.
Espero que estas pinceladas te hayan servido de ayuda. Está claro que cualquier pauta que nos den no es la panacea. Tampoco tenemos que estar las 24 horas del día con las normas en la mente, esto se trata de encontrar la calma. Pero si invertimos algo de tiempo en pensar un par de normas básicas para la convivencia y somos constantes en mantenerlas, os aseguro que es algo reforzador a más no poder.

Paciencia y constancia. No hay más. Bueno sí, mucho amor del bueno.

Ante todo mucha calma amigas.

Nos leemos la semana que viene, gracias por estar ahí.

Besos, 

Vanesa.





mayo 06, 2019 No comentarios
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¡Hola! Soy Vanesa, una mamá novata de trentaitantos a la que le gusta disfrutar de las pequeñas cosas siguiendo un ritmo slow e intentando llevar mi maternidad con calma. Me chiflan las cosas bonicas, la fotografía, la comida, los planes en familia y andar en furgo recorriendo el mapamundi.


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