"Todas las emociones son hermosas".
Sí, sí, todas. Todas están ahí por algo. Si nos han acompañado a lo largo de la evolución humana es porque sin duda nos sirven de ayuda para nuestra supervivencia como especie. Qué manía con ocultarlas, reprimirlas, forzarlas. Ese no es el camino hacia el bienestar y ni te digo ya para la calma.
"No llores, no te enfades, no estés triste..."
Te contaré algo, este año he tenido la desgracia de perder a dos familiares muy cercanos y muy queridos. La noche que me enteré del primer fallecimiento lo pasé realmente mal. Me enteré en el salón junto a Luca y no pude reprimir las lágrimas. Mi hijo me miró desconcertado, nunca me había visto llorar. Su padre dijo al instante "no llores delante de él" (él creía en ese momento protegerle de sentirse mal), una vez sola en la habitación pensé, "no pasa nada si mi hijo me ve llorar, es algo normal, y lo que necesito yo ahora es estar con ellos más que nunca y no sola en un cuarto tragándome las lágrimas". ¿Sabes qué hizo Luca al verme entrar otra vez? darme un gran abrazo acompañado de besitos mientras me decía "mamá tiene pupa".
Lo que quiero decir con esto es que intentamos proteger a nuestros hijos de todo lo malo, incluso a veces de sus propias emociones. Como padres nuestro mayor deseo es que se sientan felices el mayor tiempo posible, aunque suene a utopía. Les ocultamos cosas para que no estén tristes, evitamos sus enfados y hacemos todo lo posible para mantenerlos contentos, a toda costa, y con esto a veces no les estamos haciendo ningún favor. Si no los dejamos experimentar, sentir ¿cómo van a crear estrategias que les ayuden en su futuro a resolver sus propios problemas?.
¿Por qué estoy hablando sobre emociones en el Club de la Calma?
Hay emociones que nos roban la calma como el estrés, los nervios, la frustración, tristeza, melancolía, el enfado o la ira... y ¡ ojo!, es por partida doble. Porque no solo tengo que gestionar mi propias emociones si no que tengo que lidiar también las de mi hijo, todo un volcán en erupción de energía sin límite. Nos vienen a la mente las famosas "rabietas". El ejemplo de las rabietas me viene muy bien para explicar algo sobre las emociones. Simplificando mucho te diré que una emoción tiene una parte invisible (lo que siento) y otra parte que se ve (lo que hago cuando experimento esa emoción). En la rabieta la parte invisible puede ser un enfado, una frustración o estrés por ejemplo, mientras que la parte que se ve es el comportamiento del niño (chillar, patalear, tirarse al suelo...). La parte que se ve es muy escandalosa y muy desagradable para nosotros. Por lo tanto la tendremos muy presente, nos preocuparemos e intentaremos poner remedio a eso que nos "molesta".
En otra emoción como la tristeza, la parte que se ve de un niño triste puede que sea mucho menos escandalosa que una rabieta, incluso que pase desapercibido. Un niño que se siente triste puede querer estar solo y no llamar la atención, su conducta puede ser "buena", aceptable socialmente. ¿Quiere decir eso que esa emoción es positiva para el niño o para nosotros? Nos llevaríamos las manos a la cabeza si alguien dice que sí.
No hay emociones peores que otras, buenas o malas, lo que existen son comportamientos adaptativos y comportamientos a mejorar.
El mundo de las emociones es muy extenso, hay infinidad de libros en los que puedes encontrar de dónde vienen, cuál es su función, los tipos, nombres, zonas del cerebro dónde nacen. Mucha muchísima información. Pero para tranquilizarte te voy a resumir todo lo que necesitas saber para entender las emociones en un niño y aliviarte del peso que supone la incertidumbre de saber si lo estás haciendo bien. ¿Preparada? Ahí va algo que debes grabarte a fuego en la mente:
"Las emociones son involuntarias, son consecuencia de una exposición a una situación, persona, cosa, recuerdo, etc. El cerebro de un niño no es capaz de gestionar las emociones hasta bien pasada la adolescencia, así que relájate, sus arranques frenéticos son normales, y no solo eso, son evolutivos, y necesarios para prepararse para el futuro."
Una vez hayamos entendido eso, nos hayamos liberado de etiquetas y culpas varias, vamos a coger aire profundamente y a leer algunos consejos que a mí me están ayudando mucho a la hora de gestionar mis emociones y al mismo tiempo empezar a enseñar a Luca a gestionar las suyas. Espero que te sirvan de ayuda.
- En primer lugar. La mejor manera de enseñar gestionar las emociones a los niños es gestionando las tuyas en su presencia. Ellos nos imitan en todo, van a aprender de nosotros qué hacer cuando se sienten enfadados, estresados, cansados, nerviosos... Si yo estoy triste y me escondo, ellos también lo harán en el futuro. Sin embargo si estoy triste y lloro, busco consuelo, hablo de ello y me vuelvo a recomponer, esa es la pauta que ellos verán "normal". Si cuando me enfado explico por qué estoy enfadada, cuento cómo me siento y hago lo posible para volver a estar alegre aprenderán a hacerlo ellos también. Aprovecha tus propias emociones para ser el mejor profesor.
- ¡Más contacto por favor!. Cuando son bebés y tienen alguna alteración emocional por alguna necesidad no satisfecha la mejor manera de calmarlos es abrazarlos y poco a poco dejar que su respiración se acompase con la nuestra. Su cerebro es inmaduro para poder calmarse sólo, no lo estás malacostumbrando cogiéndolo en brazos. Le estás ahorrando un estrés innecesario y perjudicial. Así que más abrazos curativos y cuanto más largos mejor
- No podemos elegir las emociones que sienten pero sí ayudarles a canalizarlas mejor a través del entrenamiento en conductas más adaptativas para ellos. No puedo enseñar a mi hijo a que no se enfade, el enfado es involuntario, lo que sí que le puedo enseñar es que esa energía que se produce en el enfado se canalice de otra manera. Podemos ver juntos alternativas a dar patadas o romper cosas, como irse a su cuarto a saltar, tirar las almohadas, hacer un dibujo, respirar, contar hasta 10...
No puedo reprimir, pero sí canalizar.
- Dar confianza, empatizar con ellos, intentar entender por qué están tristes o enfadados. Ponernos a su nivel y mirarles a los ojos, ¿cómo estas? ¿qué te ha pasado? ¿cómo te sientes?, escucharles mientras se explican "a su manera" y sobretodo no minimizar sus problemas ni reírnos de ellos. Apoyarles con un "juntos vamos a resolverlo".
-Ayudarles en su autoestima, esto es hacerles sentir que son CAPACES. Ponerles objetivos alcanzables y alabar cuando se esfuercen por conseguirlos y no por cualquier cosa. Motivarles a que se superen empujándolos a ser más autónomos. Enseñarles a elegir (entre las opciones que le propongamos). Darles pequeñas responsabilidades para que se sientan importantes y útiles en casa.
- Ampliar su vocabulario emocional. Nos podemos ayudar de cuentos como el Monstruo de lo colores, Respira, El árbol de los recuerdos, La ovejita que vino a cenar, cualquiera de la colección de "Cuentos para sentir" de Begoña Ibarrola, etc. Poner nombre a las emociones nos ayuda en el primer paso que es reconocerlas, cuando sé que emoción estoy sintiendo podré anticipar alternativas de comportamientos que me ayudan a encontrarme mejor.
- Mucha comunicación, contarnos nuestro día y cómo nos hemos sentido en algunas situaciones sencillas, si se ha peleado con algún compañero de cole, cómo se ha sentido, en qué otras situaciones se ha sentido así, qué ha sentido en el cuerpo, qué hizo, qué podría haber hecho...
Creo que con estos pequeños gestos podemos empezar a introducir en casa la gestión emocional como un hábito más, y fomentar así la Calma en casa. A nosotros no nos enseñaron y personalmente es un trabajo que me está costando mucho hacer ahora. Tener Inteligencia emocional nos ayuda a ser más positivos, a no venirnos abajo por cualquier cosa, a motivarnos y luchar por conseguir lo que queremos sin rendirnos fácilmente.
En casa vivimos rabietas, ratos de tensión por no querer esa ropa, esa cena o esos dibujos en la tele. Pero te puedo asegurar que lo vivimos con calma, por que sé que pasará, porque cada rabieta es una oportunidad para ayudarle a gestionarla, porque sé que aunque sea incómodo en público tengo que actuar exactamente igual que lo haría en casa. No es un pulso en entre él o yo, es una oportunidad para poner aún más a prueba mi paciencia. Un bebé no trae un pan bajo el brazo si no con un saco lleno de paciencia para ti, comprobado.
Sigamos respirando hondo, contamos hasta 10... Y repetimos: "Lo estoy haciendo bien".
Si has leído el post y te preocupa la educación emocional de tu hijo, créeme, lo estás haciendo bien.
Gracias por estar ahí, espero que estés alcanzando poco a poco más ratos de calma en tu vida.
Nos leemos la semana que viene,
Besos, Vanesa.
En casa vivimos rabietas, ratos de tensión por no querer esa ropa, esa cena o esos dibujos en la tele. Pero te puedo asegurar que lo vivimos con calma, por que sé que pasará, porque cada rabieta es una oportunidad para ayudarle a gestionarla, porque sé que aunque sea incómodo en público tengo que actuar exactamente igual que lo haría en casa. No es un pulso en entre él o yo, es una oportunidad para poner aún más a prueba mi paciencia. Un bebé no trae un pan bajo el brazo si no con un saco lleno de paciencia para ti, comprobado.
Sigamos respirando hondo, contamos hasta 10... Y repetimos: "Lo estoy haciendo bien".
Si has leído el post y te preocupa la educación emocional de tu hijo, créeme, lo estás haciendo bien.
Gracias por estar ahí, espero que estés alcanzando poco a poco más ratos de calma en tu vida.
Nos leemos la semana que viene,
Besos, Vanesa.